domingo, 30 de mayo de 2010

Verde, maduro, podrido

Hay quienes creen que la madurez es una virtud basada en la seriedad y la rectitud. Puede ser, pero yo no lo veo así; para mí el hecho de ser una persona madura va más lejos, es una cualidad que tiene raíces más profundas que las que dije anteriormente.
En mi opinión, no es maduro el que ríe poco, habla poco, y da imagen de recto, quieto y serio. Eso ya es carencia de vida. En cambio, sí lo es el que, lejos de ser un payaso, ríe, se divierte, bromea y actúa con total libertad, pero también con total sensatez y responsabilidad.
Por ejemplo, me parece un mayor signo de madurez la estabilidad emocional que la falta de emociones. Alguien que se abstiene de ser festivo y risueño, puede ser una persona detestable, con altibajos que vuelven locos a los demás; y otro que se expresa sin temor, con alegría y sin ocultar sus dientes, alguien a quien da gusto conocer.
Conclusión: No es maduro quien no se arriesga a ser feliz, sino el que se arriesga para lograrlo.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Soy como soy

Como yo no transo con los temas de moda, no voy a hablar sobre el Bicentenario. Yo soy así. Si te gusta bien, y sino chau.

La gente que dice: “Yo soy así. Si te gusta bien, y sino chau” merece, a mi juicio, una patada lateral de Kung-Fu al esternón. Esa actitud es defendida por muchos, pero fijate lo que pasa: estás estancándote de la manera más necia en lo que sos, y no tomás la iniciativa para convertirte en una mejor persona. Obviamente, no vas a ser otra persona, pero sí alguien más tratable. Aunque quizá no lo veas, hay personas que te aprecian y que no quieren deshacerse de vos, pero a veces les complicás la existencia con ese defecto que tenés. Por eso, una actitud noble sería escuchar a los que te rodean, reconocer lo que hacés mal, trabajar para cambiarlo, mejorar como persona y finalmente convertirte en un individuo mejor del que eras antes. Por vos y por los demás. ¿Ves como sí tengo razón? Empezá.

martes, 11 de mayo de 2010

Ej.

Yo soy de los que piensa que hay que predicar con el ejemplo. Veamos:
“Para hacer feliz a una mina tenés que bla bla bla…”
Escuchame una cosa: Te divorciaste cuatro veces, y todas te dejaron a vos. Te dieron una patada en el culo apenas las cansaste. Si algún día quiero convertirme en un fracasado, acudo a vos sin dudarlo. Quedate tranquilo.
“Hijo, cuidado si llego a enterarme de que fumás. Yo fumo porque soy un viejo pelotudo. No quiero que cometas mis errores. Si te veo fumando, te cago a palos.”
Pero hombre, que manera tan didáctica de explicarle a su hijo que el cigarrillo es un vicio estúpido. Con razón usted no puede o no quiere dejarlo.
“Qué yegua esa mina, ¿cómo pudo cagarlo así al novio?”
Disculpame una cosa. El pibe con el que estabas apretando el sábado en el boliche no era el novio que todos te conocemos.
“Hacé algunos ejercicios y repasá los desarrollos de las ecuaciones, que la aprobás seguro.”
Por supuesto que lo haré. Pero permitime reconocerte que tu método de tener los apuntes abajo del banco y pegarles ojeadas durante el examen es bastante ingenioso.
No lo olviden: Las palabras, indican. Los hechos, definen.

sábado, 1 de mayo de 2010

Despacito, despacito,despacito…


En Argentina son muy comunes los “accidentes de tránsito”. En realidad, la mayoría de las veces no se trata de hechos infortunados aleatorios, sino de transgresiones con consecuencias que ya conocemos. Dicho esto, voy al meollo de la cuestión: Cuando voy a la facultad, agarro la General Paz, y cada trechos muy cortos hay carteles que indican que la velocidad máxima es 80 km/h. Sinceramente, este caso particular no me parece una medida que contribuya a la seguridad vial. Creo que la cosa no pasa tanto por la velocidad, sino más bien por la precaución y por el respeto. A ver, no seamos giles, si fuéramos a 200 km/h, obviamente es más probable que nos demos un buen palo. Ahora, si fuéramos a 20 km/h, el tránsito ya no sería fluido y eficiente (de hecho, es lo que sucede muchas veces debido a los embotellamientos). Hablo de velocidades más correlativas al sentido común. Lo que quiero decir, es que las velocidades máximas son una herramienta no tan determinante, y que en algunas casos, no lo son en absoluto. Yendo a, digamos, 120 km/h, seguimos teniendo control sobre el vehículo, y los resultados serían, a mi juicio, más satisfactorios; aunque obviamente, deberían respetarse la distancia con el de adelante, las señalizaciones, los sobrepasos, y todas las moderaciones que evitan manejar como a uno se le canta, sin responsabilidad para con los semejantes.
Recuerden: Si puede evitarse, no es un accidente.